Si bien en la entrada anterior profundizábamos en la
temática del shock cultural, en esta entrada, gracias a la compañera Isa
(ver http://psicologia-lenguaje.blogspot.com.es/2014/12/diseccionando-ejemplos-ii-ejemplo-en.html#comment-form)
profundizaremos aun más en la temática.
En la primera y polémica entrada en que hablaba de los
ejemplos que busqué (ver http://psicologia-lenguaje.blogspot.com.es/2014/12/en-esta-entrada-tratare-de-profundizar.html),
comenté de forma muy pormenorizada que me había encontrado con que el shock
cultural puede darse a la inversa, y que eso se llamaba shock cultural inverso.
Pues bien, cuando estaba hablando con
Isa sobre la temática del shock cultural, explicándole mi teoría, me comentó que
conocía personas a las que les había pasado algo que la gente ha dado en llamar
“el síndrome del eterno viajero”.
Así me explicó que había personas que no podían dejar de
viajar, que no querían vivir en un mismo lugar y por ello cada cierto tiempo debían
vivir en nuevos lugares. Recuerdo que
entonces pensé que se trataba de gente que deseaba vivir en la primera etapa
que comentaba la teoría de Oberg, viviendo en una perpetua “luna de miel” con
cada rincón del mundo, huyendo de esa segunda etapa cada vez.
Pero veamos, antes que anda,
qué es y cuándo se da el shock cultural inverso:
El shock cultural inverso aparece cuando un emigrante que
vive en una ciudad que no es su ciudad de origen (y en la que probablemente se
haya enfrentado ya a las etapas del shock cultural con esa cultura) vuelve a
esa ciudad de origen.
Cuando abandonamos nuestro lugar de origen para vivir en otro
lugar, como podemos leer en este enlace (http://www.reven.org/blog/2010/06/11/sindrome-del-viajero-eterno/)
guardamos un recuerdo de una serie de claves, almacenando ese momento en la
cultura, como si ésta pudiera fijarse. De este modo, y mientras pasamos por las
etapas del shock cultural, estaremos comparando la cultura del nuevo lugar con
una visión idealizada de esas claves culturales que hemos “metido en formol”.
Esto las desnaturaliza, ya que, por su propia definición, son variables y de
hecho cambian a lo largo del tiempo.
Teniendo en cuenta esto resulta más fácil comprender porqué
al volver al lugar de origen se establece una doble comparación, la comparación
entre las claves culturales del lugar al que en ese momento estamos
acostumbrados (“cultura de acogida”) con las claves culturales actuales de
nuestro lugar de origen (que, como ya comentaba, nos ayudan a superar el shock
cultural y a conocer mejor ambos lugares) y la comparación entre las claves
culturales actuales de nuestro lugar de origen y las claves culturales que “metimos
en formol” al partir. Ambas comparaciones
forman parte shock cultural inverso, si bien la última juega un papel decisivo
en la problemática que este tipo de shock genera.
Veamos cómo:
·
La primera, la comparación entre ambas culturas,
da lugar a un proceso de readaptación, ya que estábamos adaptados a las
costumbres de la “cultura de acogida” y se comparan los aspectos positivos y
negativos de una y otra cultura, y no sólo eso, también qué nos aporta de
positivo y negativo cada una de ellas. Esto lleva a una suerte de competición
para determinar en qué lugar podemos y queremos encontrar nuestro nuevo hogar.
·
La segunda, la comparación entre la cultura
actual y nuestra “disección” en forma de recuerdo de la cultura pasada, es la que, en un primer momento, despierta la
problemática: “esto no es como lo recordaba”. Lo que en su día fue mi “hogar”,
un lugar donde encontrar la calma, la cotidianidad… Todas o, al menos, varias
de esas claves han cambiado y ya no me encuentro en ese lugar como me
encontraba entonces (esto también es función de la adaptación a la otra
cultura). Esto, como veremos más adelante, puede dar lugar al que se ha dado en
denominar como “síndrome del eterno viajero”
Me parece importante hacer una distinción, llegados a este
punto, entre un viajero que puede sufrir un shock de este tipo y un emigrante.
Puede resultar obvio, pero mientras el emigrante ha viajado a una cultura
diferente y tiene que adaptarse a ella, el viajero de este tipo (distinto al
viajero vacacional en que éste último no pierde esa “familiaridad”, ese lugar
conocido con esas claves que le hacen de guía cultural, todo ello probablemente
debido a la corta duración de sus viajes) no pretende vivir en ese lugar. Ese
es un lugar de paso, uno entre los tantos que visita y habita, de modo que donde
debe encontrar su hogar no puede ser un lugar geográfico, deben ser unas claves
culturales, una persona que le acompañe…etc.
Esta distinción, que podría parecer trivial, establece una
serie de diferencias entre la evolución que sufren ambos sujetos, de modo que
mientras el emigrante, como ya hemos visto, sigue y supera las etapas que
comentaba en mi anterior entrada del shock cultural, un viajante de este tipo
no tiene porqué haber pasado por todas estas etapas en ningún momento, aunque
quizá sea el pasar por ellas lo que le haya convertido en este tipo de viajero
Leyendo en blogs y foros de internet y en varios artículos
publicados en revistas más o menos científicas sobre este tema, se establece
una suerte de asimilación entre los términos shock cultural inverso y el
llamado “síndrome del eterno viajero”. Sin embargo, creo que, de nuevo, es
necesario establecer una distinción entre estos términos:
El “síndrome del eterno viajero” es, según mi opinión, el
resultado de un shock cultural inverso en el cual el sujeto siente esa pérdida
de identidad, la falta de identificación con cualquier cultura. Así, una persona con el “síndrome del eterno
viajero” debe, al menos, haber superado un shock cultural inverso, pero no
siempre una persona que supera un shock cultural inverso va a convertirse en un
viajero de este tipo.
El shock cultural inverso es necesariamente, el problema en
la quinta etapa del shock cultural. ¿Porqué necesariamente? Juguemos con la
lógica proposicional para responder a
esta pregunta: Dado que el adaptarse a una nueva cultura supone un shock, su
superación, como veíamos en mi anterior entrada, va unida a la adaptación. Sin
esta adaptación no es posible sufrir un shock cultural inverso, ya que éste se
debe (al menos en parte, como ya hemos visto) a la comparación de la cultura de
origen con la cultura a la que nos hemos adaptado.
Entonces, ¿bajo qué circunstancias una persona que sufre un
shock cultural inverso va a desarrollar este “síndrome”?
Llegados a este punto, me gustaría hipotetizar sobre una
posible integración entre mi teoría anterior y la casuística de este “síndrome
del eterno viajero”: ¿Y si pasar una primera vez por un shock cultural,
atravesando todas esas etapas y volviendo al país de origen, con el resultado
de que en la comparación no haya un vencedor sino que en ninguno de estos dos
lugares nos encontremos en el “hogar” da lugar al “síndrome del eterno viajero”?
Para terminar la entrada, me gustaría ir incluso más allá en
la hipótesis: ¿Y si el pasar una vez por el shock cultural hace que pueda
conocer el mundo de una forma más fácil, quizá obviando o agilizando las etapas
de este shock cultural o quizá cambiándolas por otra u otras? Algo así como
cuando al conocer varios idiomas es más fácil aprender otro por aquellos puntos
en común. Esos puntos en común también pueden darse en el caso de las culturas.
Aquí dejo algunos enlaces que son de interés y a los que
probablemente tenga que volver en la próxima entrada:
·
Cabe destacar el siguiente enlace, que tomaré
como ejemplo para desarrollar la teoría: http://www.huffingtonpost.es/2014/01/15/video-viajero-viajes_n_4604097.html
· Ese blog habla sobre este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=7dKGcg_jBhw
Otros enlaces:
En la próxima entrada trataré de responder y desarrollar
estas dos últimas preguntas. Si alguien tiene algo que aportar, que no dude en
dejarlo en los comentarios.
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