domingo, 14 de diciembre de 2014

Somos Naturaleza

Antes de escribir concretamente sobre el arte de escuchar, que aunque es mi propósito principal, se me hace incluso pesada la idea de escribir unas directrices o algo así, me gustaría dejar en esta entrada un inciso sobre el lenguaje en sí. Esta vez inspirada por Wittgenstein.

El lenguaje es una herramienta. Sólo y exclusivamente una herramienta. Pero también puede ser una trampa.

Para Wittgenstein la misión de la filosofía es "luchar contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio del lenguaje". Nos enredamos en el lenguaje, muchísimo, pues es el lenguaje el que se determina a sí mismo, el que determina a su comunidad de hablantes. El lenguaje es la transacción bidireccional que se da entre el mundo exterior, una pizarra donde este lenguaje se muestra y el mundo interior. Pero las palabras nunca son la cosa en sí. Por eso "Marta" nunca es Marta.

A la hora de abordar el estudio de la consciencia se dice que hay un problema difícil que consiste en explicar los "qualia". Se suele definir un qualia como la cualidad subjetiva de una experiencia sensorial, como la rojez o el aroma de un flor, o el sonido chirriante de las bisagras de la puerta. No se trata de atributos físicos de estas cosas sino de la propiedad intrínseca de la experiencia misma que es privada e inefable. Por ejemplo, el color solo existe en nuestros cerebros, pero además cada uno lo experimenta de una forma única o por lo menos incomunicable. 

Enlazo esto con una de las tesis de Wittgenstein: la imposibilidad de un lenguaje privado. Los juegos de lenguaje: pertenecen a una colectividad y nunca a un individuo solo. Esto repercute en lo anterior, ¿Qué sucede con el lenguaje que utilizamos para expresar nuestras experiencias subjetivas, privadas, los qualias? ¿Qué sucede con los términos mentales como "dolor"?

La palabra dolor tiene un significado conocido por todos, pero yo solo puedo experimentar mi dolor, no el tuyo, no puedo saber si llamas "dolor" a lo mismo que yo. Para Wittgenstein el uso de la palabra "dolor" viene asociado a otra serie de actitudes y comportamientos (lenguaje no verbal) y que sólo valiéndonos de ello terminamos por asociar la palabra "dolor" a nuestra experiencia subjetiva y privada.

 Lo que cada ser humano experimenta es lingüisticamente inexpresable. Parece que tiene que haber algo más ¿no?

Una y otra vez nos encontramos con los límites del lenguaje. Los filósofos prueban su filo constantemente, y el tractatus de Wittgenstein y los efectos en su vida, son un ejemplo claro de ello.
En su filosofía se dice que la lógica es transcendental porque "la lógica establece cuál es el límite del lenguaje, del pensamiento y del mundo, y de ese modo se muestra el propio límite que, obviamente ya no pertenece al mundo, quedando fuera de ese ámbito de lo pensable y expresable"

Ya sea mediante el pensamiento y sus límites o mediante la ausencia de él (la meditación por ejemplo) el ser humano se da cuenta de que se nos escapa algo.

Yo por mi parte tengo cierta intuición de que la verdadera transacción en una conversación por ejemplo, es emocional. Esa es la moneda de cambio. Un medio exterior que interactúa en el silencio con mi medio interior, y entonces ah, mi mente le busca palabras a esa emoción y me las cuenta, y a su vez esas palabras están asociadas a un contenido emocional que voy hilando con mi memoria...y que repercutirán en mi y en el medio externo, en una continuidad difícilmente divisible por un conductista. ¿Hasta qué punto puedo eligir lo que pensar?


En fin, aquí les dejo este pequeño texto que resume mis siempre limitantes, siempre insuficientes, siempre provisionales, ideas. Y espero que la próxima entrada trate sobre lo que dije que tenía que tratar :)


Somos naturaleza. Naturaleza consciente de sí misma. Vida es consciencia. Ya que la consciencia es reacción, mediación entre lo interno y lo externo, desde una célula viva hasta un cerebro humano.
La naturaleza logró crear un dispositivo tremendamente superviviente, para ello creó las funciones ejecutivas de la mente y creó el lenguaje simbólico, una forma de almacenar información que facilite el aprendizaje tanto propio como el de los niños pequeños.

Así, tenemos una mente flexible, abierta al mundo, que durante mucho tiempo dependerá por entero del medio y se dedicará exclusivamente a aprender. Así, aprende el lenguaje materno, asocia palabra y objeto, discrimina y de repente, se diferencia a sí mismo del resto. El lenguaje le ha proporcionado algo llamado “identidad”, su mente se esfuerza por captar la verdad del mundo, la esencia misma de las cosas, y el lazo más fuerte es su “yo”. Pero el lenguaje no es más que una herramienta, un mediador entre el mundo interior y el exterior. Hay un ente vivo ahí dentro que toma muchas decisiones (por “él”) y manda a ese espacio una copia eferente de esa decisión, y la traduce a la consciencia en palabras “le acabo de dar a un botón” y luego en ese espacio juega con los símbolos, con las palabras y almacena un aprendizaje sobre lo que le acaba de ocurrir. Del mismo modo coge las palabras del medio y las procesa, aprende de ellas cosas sobre el mundo exterior que determinan su mundo interior y viceversa, se hace a sí mismo consciente de que tiene hambre y en ese espacio flexible se detona el movimiento del pensar para resolver el problema de tener hambre, para ello utiliza su memoria y el presente que le rodea. El razonamiento es tan flexible que puede ir en contra de su naturaleza misma y decidir así, no comer o morir de hambre. De hecho, el lenguaje como el elemento más creativo del hombre que es, permite crear el concepto de finito y de su opuesto, el infinito, y, por tanto, permite crear la ilusión de que la cara del pensador es distinta de su nuca. Esto es, le permite al ser humano pensar que es un ente separado de la naturaleza.

La naturaleza consciente de sí misma soportando la posibilidad de dividirse en dos, un tal “fulanito” y ella en sí, la vida, la existencia, la consciencia en sí. Y encima el tal “fulanito” está tan ciego que no solo separa su mente de su cuerpo, si no del aire que le rodea, los objetos que le rodean, los seres humanos que le rodean, en fin, de toda la naturaleza que le rodea. Pues las delimitaciones las pone el lenguaje, nada más. Si nos quitamos esas gafas, todo es una homogeneidad rica en matices. Formo parte del todo, soy el todo. Soy naturaleza.

Hola mundo, somos.










3 comentarios:

  1. http://www.eduardpunset.es/412/charlas-con/la-complejidad-de-la-mente-segn-oliver-sacks
    En esta entrevista de Eduard Punset a Oliver Sack hablan de la música, la veo muy importante con tu tema, transmitimos con música, emociones, dolor,... incluso cuando hacen mención a la película de despertares con personas congeladas o como investigó primeramente con pacientes que sufrían parkinson.

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  2. Me gusta mucho tu entrada, Marta. Lo que dices que palabras nunca son la cosa es una frase muy guay. Claro, también suena obvio. Se puede aguantar la palabra "hepatitis", la cosa mucho menos. Cuando usamos un idioma extranjero, de repente, tenemos una palabra nueva para una cosa. El lenguaje sí es una herramienta potente ya que nos permite reprensentarnos mentalmente el mundo sin que esté el objeto delante. Lo que pasa es que reducimos las cosas a palabras. Una emoción encerrada en una palabra me parece un poco absurdo. Pero justo por eso podemos transmitir emociones de otra manera, como dices tú.

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