M.C.R. es una joven española de 32 años con estudios medios y trabajadora, que a menudo tiene repentinos cambios de humor. Tiene baja autoestima. Es desorganizada en cuanto al mantenimiento de su vivienda, y sobretodo, en sus objetivos personales. No tiene objetivos definidos de futuro. se siente agobiada por su situación de desempleo y la falta de medios económicos.
Su infancia y adolescencia han estado caracterizadas por la falta de comunicación con sus padres, y si la había, era pésima. En la entrevista recogimos información detallada que se describe a continuación.
Recuerda que durante la etapa de entre 5 y 7 años su padre le regañaba a modo de broma, hecho que le hacía llorar y se sentía muy mal. A menudo recibía críticas y 'regañinas' si su hermana pequeña lloraba o se accidentaba cuando jugaban juntas. Su abuelo paterno actuaba de igual forma cuando pasaban tiempo en su casa.
Durante la adolescencia a M.C.R. le gustaba mucho salir con amigos y amigas. Sus padres estrictos no consentían que tuviese amigos (chicos) y cuando se juntaba con amigas (chicas) controlaban muy bien quiénes eran, dónde iban o incluso cómo vestían, querían saber toda la información con detalle acerca de las amigas de su hija. Ante esto M.C.R. respondía con ira, mal comportamiento, mentía a sus padres respecto a lo que hacía fuera de casa y con quién salía.
Muchas veces los padres se percataban de que eran engañados, lo que les llevaba a desconfiar de su hija y viceversa. Como consecuencia decidían que el sábado siguiente no saldría, entonces en casa se volvían a producir las mismas discusiones y mal comportamiento por parte de la hija y del padre.
Durante estos años de adolescencia y mientras transcurrían tensos fines de semana en casa, M.C.R. sufrió maltrato físico por parte de su padre, Se producía cuando llegaba, por ejemplo, 5 minutos más tarde de la hora que sus padres le habían marcado; cuando llegaba sola a casa o acompañada por un chico; cuando contestaba a los padres faltándoles el respeto. La mayoría de las veces le quedaban marcas físicas y sufría ataques de ansiedad, tensión muscular, llanto y falta de aire al respirar. La madre y la hermana eran quienes más le protegían en esos momentos.
Con 26 años M.C.R. compró un piso con su novio y se fueron a vivir juntos. Desde ese momento, evidentemente, disminuyó la tensión en casa, pero no en la vida en la joven. La relación con su pareja comenzó marcada por los celos por parte de ella, muy a menudo había discusiones en la pareja, en alguna ocasión amenazó con quitarse la vida.
Los padres seguían los días constantemente preocupados por su hija, rumiando qué haría los fines de semana, si estaría bien o no.
La hija iba poco a casa de sus padres y también los llamaba poco por teléfono, apenas se comunicaban. Cuando iba a casa de sus padres era para contarle problemas o reprocharle cosas pasadas y terminaban en discusión. Los padres pensaban que si se había independizado era para asumir sus propias responsabilidades y solucionar sus problemas.
Hoy día está embarazada. Su padre no lo acepta.
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