sábado, 17 de enero de 2015

¿Educar sin castigar? Parte 2

“Como hablar para que tus hijos te escuchen y como escuchar para que tus hijos hablen” Es uno de los libros que decide tratar el tema del castigo de los niños. En este caso, son defensores del no-castigo en absoluto. El objetivo será siempre motivar al niño.
Afirman que “el castigo sólo puede conducir a sentimientos de odio, venganza, desafío, culpabilidad, desmerecimiento y autocompasión”. La postura que este libro ofrece no dejó de parecerme bastante interesante, a pesar de que seguía en mi planteamiento de que la clave es una combinación adecuada del castigo y el refuerzo. A pesar de ello, me seguía pareciendo que no trataba casos extremos. No había ejemplos de conflictos difíciles en los que haya existido una larga historia de malas conductas. Obviamente la respuesta es tener una constancia en la forma de educar “positiva” desde que el niño tiene consciencia. ¿Pero qué pasa cuando eso no ha sido así, y ahora, se quiere corregir? Debe ser mucho más complicado arreglar una situación como la que planteo apoyándose solo en esto de educar sin castigo. Pero bueno, primero, vamos por partes:

Como conocía una madre que afirmaba tener esta forma de pensar y de actuar (en base a lo que publiqué en mi último “post”) decidí, independientemente de lo que dijeran los manuales y los artículos sobre el tema, primero, realizar una observación tan sistemática como pueda de esta familia, y, en segundo lugar, intentar encontrar a más madres y padres defensores de la postura.
Esta pequeña investigación consistió en un registro que debían realizar los padres cada día. Tras explicarles, tan detalladamente como mis palabras me permitían, que era un castigo y que era un refuerzo. En el sentido de la educación en los niños. Se incluyen en la definición de castigo (negativo y positivo): Regañinas, imposición de algún tipo de trabajo, sufrir consecuencias desagradables o la retirada de cosas que ella quería.
Todos los días de la semana iba a la casa para comentar como había ido el registro del día anterior, para tener también una visión más cualitativa y personal del registro. Mi intención era aprender de qué forma lo hacían, como ignoraban el castigo (y si es verdad que lo no usaban) y lo más importante, sin caer en la permisividad. Se trataba de una niña de 9 años que vivía con su padre y su madre.

Una vez acabado el registro lo primero que observé después de haber conocido un poco a la niña, es que en este punto, habían llegado a un punto de habituación qué no existían apenas ocasiones en la que la madre o el padre tuviesen que modificar su conducta. La relación entre los 3 era excelente, la chica era una niña muy creativa y muy respetuosa, con todo el mundo y por supuesto con sus padres. Así que nunca podía enfadarlos ya que había unas “normas” (entre comillas porque eran más bien rutinas, no eran normas que obligasen a nadie a hacer nada)
Es decir, ¿Cómo iba yo a comprobar como actuaban en caso de rabieta, la niña molestase a alguien o dejara los juguetes tirados si recoger si eso nunca ocurría?

En cualquier caso, no fue en vano, porque conocer a esta familia tan peculiar y tan ¿Ejemplar? Supuso para mí un genial aprendizaje, y la confirmación de muchas de las cosas que ya había leído:

1)      El razonamiento: Para todo existía una razón. Estas personas tenían una sana tendencia a explicarle las cosas a la niña tal y como eran. Por qué se comportaba la gente de una forma o de otra, por qué debían recogerse los juguetes después de usarlos o por qué era tan bueno que hiciese bien las matemáticas.
2)      Sistema de puntos: Con algunas cosas como las tareas de la casa o los deberes del colegio, estos padres habían usado la técnica de puntuar a lo largo del día las cosas que la chica haya hecho en su casa. Por ejemplo, poner la mesa: 2 puntos, hacer los deberes: 1 punto por cada ejercicio que hiciese sin ayuda, etc… A lo larga de la semana si acumulaba una serie de puntos se le daba un premio especial. Siempre intentaban que fuse algo que pudieran hacer todos y que fuese extraordinario en comparación con lo que solían hacer el resto de la semana.
3)      Consistencia en los premios y nunca verse cegados por el propio estado emocional del padre o de la madre.
4)      Se centraban mucho en hablar de sentimientos. Cuando la niña hablaba sobre algo que le ocurría en el colegio insistían mucho en preguntar cómo se sentía ella y como se pensaba que se podían sentir los demás en diversas situaciones.
5)      Ciertamente incluso en esta familia existían un pequeño uso del castigo, aunque un “castigo educativo” podríamos decir: Hubo una ocasión en que la chica jugueteó con unas pinturas que tenía el padre. Su reacción fue decir que “no le gusta que use sus pinturas sin permiso, ya que eran muy caras, podrían romperse o manchar algo por un accidente” así que le ofreció la oportunidad de que se expresase y de llegar a algún trato. Este fue, que le daría un punto en éste sistema que llevaban ellos, si antes de usarlas, iba a su padre a pedírselas y a que le ayude a usarlas sin estropearlas (el padre pintaba cuadros y se ve que debían tener un tratamiento especial estas pinturas) siempre que las usara.

La verdad es que éste último fue lo más “conflictivo” por decirlo de alguna forma que encontré en esta familia. Con una genial aprendida lo siguiente que decidí hacer fue buscar casos al menos un poco más extremos, niños más problemáticos y si, explicándole a usar estas técnicas a los padres mejora la situación familiar con respecto al niño. Eso sí, siempre, sin castigar.

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